Después de una adolescencia y una juventud más o menos corta, a muchas mujeres les empieza a picar el gusanillo de ser madres. Cuando una mujer se queda embarazada, durante toda la gestación se preocupa del bienestar de su bebé, de cómo estará creciendo, de las ecografías que se tiene que hacer y de sus revisiones médicas.
Hacia el final del embarazo la mujer experimenta un estado de euforia, provocada por su deseo de tener todo listo para la llegada del bebé. Se conoce con el nombre del «Síndrome del nido». El cuerpo es inteligente y da esas últimas energías a la madre para preparar todo aquello que, una vez nacido el bebé será imposible de arreglar.
El nombre es algo que también preocupa, algunos padres lo tienen claro desde el principio, otros son más indecisos y esperan al nacimiento para ver si cuando nazca les inspira un nombre u otro.
Durante todo el tiempo se experimentan sentimientos contradictorios, deseos de que nazca ya, pero no antes de cuentas, satisfacción por tener a un bebé creciendo en el interior pero preocupación de no saber qué está pasando. Sentimientos encontrados de alegría, pero a su vez algo de intranquilidad por un momento único e increíblemente mágico.
Surge también una pregunta que a muchas mujeres, en especial a las que van a ser madres por primera vez les inquieta «¿Sabré ser madre?». Hay muchas que leen libros sin parar para aprender cómo ser madres y otras en cambio creen que irán solucionando los problemas conforme vayan llegando.
Una parte de cómo cuidar al futuro bebé es cierto que nos lo brinda la naturaleza, ella dota a la mujer con un instinto brutal para el cuidado de su bebé, se le agudiza el oído, se le activa un sexto sentido y se vuelve como una leona al cuidado de sus cachorros. Todas las mujeres que ya han sido mamás cuentan cosas como; «ya verás cómo lo oyes por la noche», «ya no duermes igual», etc… y es cierto, los 9 meses son como una maratón para aprender lo necesario para salvar y cuidar la vida del futuro bebé.
Pero es como un curso rápido y poco profundo de lo que en realidad supone el camino de la maternidad, este camino es largo y duro, no se puede olvidar que ser madre es para toda la vida, es un camino de aprendizaje tanto para la madre como para el bebé, enseñarle a comer, andar, a cómo comportarse son cosas básicas que una madre debe hacer, pero también es básico e importantísimo que se le enseñe a abrazar, a disfrutar de la vida, a reír, a imaginar, a jugar, a pasar tiempo juntos, a amar.
La maternidad es dura pero compensa en todos los aspectos, disfrutar de cada momento, emocionarse y sentir como cada día aumenta ese vínculo entre el bebé y su mamá, es lo más hermoso del mundo, besarlo, acariciarlo, sentirlo cerca y no olvidar que una madre es madre para toda la vida, pero el bebé sólo es bebé una vez en su vida y se merece todo el amor y las caricias que pueda tener.
Para aquellas madres que se preguntan si sabrán hacerlo bien o no, es fácil la respuesta, abraza, juega, ríe, canta, besa, acaricia y disfruta de cada momento irrepetible que el bebé te pueda ofrecer.